martes, 1 de enero de 2013

Las nueve grúas

Verano de 2009. Nueve enormes grúas plantadas en el suelo definen un paisaje de transformación. El movimiento cotidiano de las máquinas convierte su prolongada presencia en una señal persistente del crecimiento urbano. Día tras día el Mediterráneo deja de ser ese horizonte azul que privilegia la mirada infinita para convertirse en aquello que aparece en el intervalo que dejan los futuros hoteles y los bloques de vivienda.

La foto elegida por Oriol Fontdevila[1] para ilustrar su artículo crítico al cierre a partir de 2013 de Can Xalant -el centro de creación y pensamiento contemporáneo de Mataró-, retrata aquel paisaje inmobiliario en paralelo al ambiente de producción en esos días de sol intenso y trabajo en colaboración acontecido en el patio del centro de arte junto con integrantes de la comunidad del barrio. Dos imágenes de un mismo tiempo. Imagen premonitoria del futuro, las caravanas amarillas parecen sufrir el proceso inverso de salida de aquel lugar; premonitoria del pasado, las grúas auguran el final de una época, el momento de mayor altura antes de que aquel proyectil logre impactar con la burbuja.  

Hay un momento previo a la caída que resulta ser el punto más alto de esa bala lanzada al cielo llamada proyecto. El proyecto encierra a la parábola, la curva de ascenso descendente. La arquitectura se entrelaza con la política bajo esta idea del proyecto en la tensión cíclica que supone la relación entre lo individual y lo múltiple. Ciclos que envuelven al ecosistema civilizado llevando a cabo el ilusorio plan de destierro del individuo son a la vez su opuesto.[2] No parece evidente suponer que la arquitectura constituya ese ciclo que incluye la vida completa de los edificios porque allí, en su final como cosa, se desdibujan los bordes de lo que se da a conocer como proyecto en función de su entidad en tanto mónada política.

Debido a ello es improbable pensar que hoy las nueve grúas se encuentren fuera de actividad en otras geografías. Si después de todo se ha tornado fehaciente que las modificaciones ambientales que han provocado la sucesiva cadena de suspensiones de proyectos culturales no son otra cosa que debidas a motivos ideológicos, del mismo modo sería improbable pensar que los objetivos finales de las actividades que ocurrían en aquel patio de Can Xalant no se reproduzcan en otros espacios, bajo otras esferas, desde otras ecuaciones; ese es el desafío que habrá que tomar como conducta en el tiempo desde la construcción de ambientes, de políticas y nuevas relaciones comunitarias y territoriales antes que toda la escena se constituya en una doble victoria del tiempo cíclico propuesto desde lo alto de las grúas.

Gustavo Diéguez/ a77
Publicado en Architecture Pills


[1] http://www.a-desk.org/highlights/spip.php?article1473
[2] “El individuo debe su cristalización a las formas de la economía política, especialmente al mercado urbano. Incluso como oponente a la presión de la socialización es él su más auténtico producto y se asemeja a ella” Adorno, Theodor. Minima Moralia, aforismo 97, pág. 140. Editora Nacional, Madrid
“The individual [Individuum] owes its crystallization to the forms of political economy, especially the urban marketplace [Marktwesen]. Even as an opponent of the pressure of socialization, it remains the latter’s own product and similar to it”.